Lázaro

La libélula cansada, desgastó las alas en aislamiento.
No fue posible la huida.
Lejos quedaron los cielos de su ensueño
manchados por la ofrenda tenue de un purporeo celaje. 
Cuando el hormigueo de la muerte afloraba al fin sus carnes,
la libélula, con buche ardiente de vida y alma: nadaba ya en los albores de un nuevo espacio; 
y la libertad era salada;
y la celda mucho más amplia.

Comentarios

Entradas populares de este blog