Hogar No sabia a donde ir, entonces le ofrecí mis brazos. Como quien encuentra su última morada, allí sentó su epitafio.
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La otra cara . De sus labios probó el sabor de la cicuta, y así el hechizo quedó consumado. Donde no resulta la cábala de los vasos rotos, la víctima experimenta la traición de Dalila, y enmudecido en las salas del silencio, es su alma quien a Venus maldice.
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