Flor

Yacía blanca toda aún sobre la tibieza informe de las profanas sábanas.
Aquel lirio adormecido en las estancias de mi ensueño, 
perfumaba el aire con sus fragancias áureas. 
Sus finas lineas reposaban entre las sombras del recinto, 
rotas en su quietud por los plateados rayos de una luna nueva, expectante ante el umbral.
Del cáliz de la vida yo bebí los finos brebajes.
Los encantos de Venus no acaban nunca; pensaba yo cuando el lirio florecía nuevamente ante mis ojos. 
¡Qué inerme se ve uno ante el poder de los lirios!

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