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Mostrando entradas de septiembre, 2015
Inmersión En ocasiones pienso que no te merezco. Que eres tan grande que mis manos no alcanzan  a tocarte, rozarte, allá entre tus tintes de auroras. Me retiro a lugares desconocidos, fijando la mirada en distintos lares del tiempo, siempre con ojos de insuperable tristeza. No me apetecen los placeres de este mundo repetitivo, negro, carente de almas doradas  y asqueado de esclavos de lo inservible. He de alimentar el regalo divino, el ánfora de nuestro inicio, la bóveda de nuestro ser, para dar sentido al viaje eterno, para llevar conmigo un propósito de muerte. 
Allí yace todo. Tu mirada. Par de estrellas tímidas en un pasillo distante  que invitan a ser conocidas. Ahora tu rostro. Tu rostro es  donde Dios quiso hacer saber que la alegría existe.
¿Hasta cuando? Ya me cansé de las cortezas de arboles comunes. De las hojas de papel, la arena húmeda, y del concreto de las calzadas de cada una de mis estancias. ¿Donde está el lienzo natural de tu piel cuando  mis dedos claman expresar el mejor trabajo que conocen? ¿Acaso seguirás negándome el derecho de atracar en ti  este enorme tifón de expresiones del alma? Ya mentir no sirve de nada, al notar que tu esencia no te pertenece más,  y que clama ser bebida por el monstruo de los deseos recónditos. Si te parece bien, propongo explorarnos juntos;  y allí donde las sonrisas dejan de ser tímidas,  que tal si dejándonos llevar, hambrientos de ideas nuevas... nos conocemos.
Que así sea. En estos días de constantes vericuetos,  deberíamos arroparnos más con letras que con brazos; fortaleciendo el camino  del corazón, y no del cuerpo .