Inmersión En ocasiones pienso que no te merezco. Que eres tan grande que mis manos no alcanzan a tocarte, rozarte, allá entre tus tintes de auroras. Me retiro a lugares desconocidos, fijando la mirada en distintos lares del tiempo, siempre con ojos de insuperable tristeza. No me apetecen los placeres de este mundo repetitivo, negro, carente de almas doradas y asqueado de esclavos de lo inservible. He de alimentar el regalo divino, el ánfora de nuestro inicio, la bóveda de nuestro ser, para dar sentido al viaje eterno, para llevar conmigo un propósito de muerte.
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¿Hasta cuando? Ya me cansé de las cortezas de arboles comunes. De las hojas de papel, la arena húmeda, y del concreto de las calzadas de cada una de mis estancias. ¿Donde está el lienzo natural de tu piel cuando mis dedos claman expresar el mejor trabajo que conocen? ¿Acaso seguirás negándome el derecho de atracar en ti este enorme tifón de expresiones del alma? Ya mentir no sirve de nada, al notar que tu esencia no te pertenece más, y que clama ser bebida por el monstruo de los deseos recónditos. Si te parece bien, propongo explorarnos juntos; y allí donde las sonrisas dejan de ser tímidas, que tal si dejándonos llevar, hambrientos de ideas nuevas... nos conocemos.