A la espera.

Te me fuiste entre las manos
y el silencio se hacía más azabache.
La noche es clara y yo la miro,
la miro porque ahí pertenezco,
a las sombras y a la plata de la luna.
Al viaje del viento y la danza de los arboles.

Volviste; y hasta creí que era cierto.
Un rato, pero lo hiciste; y el alba
parecía volver también.
Las pupilas esperanzadas observan los
trazos del bosque, pero oscura es su alma
como lo es la mía, y me asustan sus ecos malditos. 

Me desordeno en la espera 
y me tiemblan las manos.
Aún no estoy listo compañera.
He de quedarme acá un poco más con mis
suspiros callados, y mi soledad absoluta.

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