Constante encuentro de 
voces que faltan.

Vivo con los sonidos 
constantes de las palabras que nunca dijiste.
Su articulación me asesta al suelo como a una
mala hierba. Me desborona
como ceniza huérfana al viento.

Me desesperan los imaginativos
timbres que pudieron tener tus 
"Por siempre". La calidez con que la vida 
pudo haberse sentido arropada con un
"Me quedo aquí contigo".
O la certeza que la soledad
está vencida al emitir un "Te amo".

Es una sensación extraña que no se va.
Que no deja de escalofriar la piel, de 
sustraer mi espacio y hacer que 
lleve las manos a mi cabeza. Mas cuando
regresa la calma y se va el ocaso 
con sus últimos tintes, ya he terminado.
Levanto tu diario del suelo de muerte
y dejo la misma flor de siempre...
al lado de tu epitafio. 

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