Las ultimas letras que te escribo.

Ya no quedan rastros de ti.
Todo intento por rescatarte resbala 
en manos sudadas por un esfuerzo inocente e infantil.
Creí poder traerte de vuelta y mostrarle
a tus ojos el brillo de Helios una vez más.
Pero me das la espalda y tus pasos se ciñen 
con más fuerza a este mundo nuevo y de falsedad, 
donde ya no resaltas, sino que te vez a la vera 
de las peores formas óseas.
Te acorralan y carcomen lentamente sin que te des cuenta. 
Estas en los brazos del Hades donde mofan tu sonrisa con sensaciones 
de un cielo efímero, y las sombras deslizan sus lenguas 
fuera de sus fauces cerca de tu oído, esfumándose con ojos de serpientes hambrientas.
Me dueles en los huesos porque una vez estuviste tatuada en ellos.
Tú visitas mis estancias cuando la oscuridad es más oscura, 
y en el pecho siempre el miedo.
En la noche me atrapas con la forma de mil fantasmas. 
Me haces temblar donde no existe el frío.
Susurras mi lecho recordando tu olvido y desprecio.
Ya no eres tú sirena. Y yo siempre el mismo, 
aunque nunca lo veas otra vez;
pues ya no existes.


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